Como podrá verse por los planos y la ilustración que acompañamos, esta práctica silla está hecha enteramente de madera, a excepción, claro está, de unos pocos clavos y remaches. Digamos de paso que una silla así costaría $.6 ó 7 en una mueblería, pero construida en casa, vendría a costar apenas $ 1, más o menos. Pintada al laqué blanco, es muy conveniente también para el cuarto de baño.
planos de sillas de madera pdf
Me gusta la carpintería aunque no la practico frecuentemente, pero si me gustaría saber como hacer una silla, una mesa, una puerta y muchas otras cosas que pueden hacerse con la madera. Como herramienta tengo una taladro, una router, una escuadra y otras.
Los muebles y los objetos de madera son parte de la vida de todos los días. Algunos son utilitarios, como una silla en la mesa del comedor; otros son estéticos, como una escultura antigua o tallado; aún otros pueden tener una importancia emocional o simbólica como recuerdos, como un cofre que ha estado en la familia durante años.
Un sistema para guiar y asistir la autoconstrucción a través de un sistema de manuales y planos que ilustran los procesos paso a paso. El diseño de los manuales está pensado para personas sin experiencia previa en este tipo de proyectos.
Los productos siguen las tipologías tradicionales de mobiliario para interiores, atendiendo las necesidades básicas de una vivienda tipo. La madera es el material estructural, apostando por la durabilidad. El sistema puede ser producido a pequeña o gran escala, o formar parte de programas de capacitación y autoconstrucción.
Hace no mucho, sentí el urgente deseo de deshacerme de mi vieja silla de oficina y de comprarme una silla de verdad. No quería ruedas, ni asiento giratorio, ni palancas para ajustar la altura o la inclinación. Quería una silla de madera con cuatro patas, un respaldo y dos brazos. Por quince euros, encontré una que cumplía mis requisitos en una página web de compraventa entre particulares. Contacté con el vendedor y acordé con él recogerla en su casa, en Alfahuir, cerca de Gandía. Justo cuando Guada y yo salíamos, me llamó mi amigo Tomás para pedirme que lo llevase a la biblioteca de Gandía a devolver unos libros. Quince minutos después estábamos frente a la puerta de su casa y lo vimos salir, tropezando por las prisas y absurdamente vestido con una camisa de manga larga y un sombrero de paja que oculta sus carencias capilares y que, según dice él, le confiere un aire distinguido (se equivoca). No exagero si digo que cuando quedamos solos los dos va vestido como un mendigo, pero Guada, mi mujer, tiene un extraño efecto en él. No es que esté enamorado de ella (al menos eso creo), pero le profesa una veneración que, aunque aprecio y obviamente comparto, considero excesiva. Me bajé del coche para saludarlo y él, de forma sutil, me apartó para sentarse en el asiento delantero junto a Guada, que conducía y estaba de un humor triste (con fundadas razones).
Ahora que, después de treinta y nueve años, vivo de nuevo en la provincia de Valencia, cada vez que paso por ciertas carreteras me encuentro inundado por imágenes y sentimientos que parecen provenir de una vida anterior. Esto no tiene pinta de que vaya a atenuarse. Pasar junto a esas zonas agrícolas omitidas, ver las grandes alquerías melladas y ciegas, con cristales polvorientos y rotos y cierta gracia decimonónica en algún vano o en algún hastial, en las que anidan los gorriones y duermen los vagabundos, ver las altísimas chimeneas torcidas de la extinta industria del ladrillo y, a un lado de la carretera, el verde oscuro de los ricinos, con sus flores de un rojo maléfico, y los arcos amontonados de las zarzas impenetrables, bajo las cuales viven los erizos y anidan los ruiseñores, me sume en un fuerte ensueño. Restos de mi infancia, o restos de sueños de mi infancia, o restos de recuerdos de sueños de mi infancia. Y todo se refina hasta que queda una esencia fortísima y volátil, y paso por esos paisajes medio adormecido, viendo extraños planos imaginarios o recordados superpuestos a las imágenes de mis ojos, como si estuviera dentro de uno de esos sueños absurdos que, aun así, nos emocionan hasta lo más profundo, como si en ellos se encontrara la clave secreta, perdida para siempre, de nuestra vida.
Agradecí su defensa (que sonó indecisa). De todas formas, Tomás tenía razón. Se refería a ciertas citas de Proust, Baudelaire, Keats, De Quincey y no sé quién más sobre ciertas visiones con un elemento en común: la profundidad de planos en perspectiva. 2ff7e9595c
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